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martes, 23 de abril de 2013

La República, la fraternidad organizada


Hace un par de meses asistí, en la fosa común del cementerio de Úbeda, a un homenaje a las víctimas del fascismo, dentro de las II Jornadas Memoria, Impunidad y Derechos Humanos convocadas por el Foro de la Memoria y celebradas en Úbeda y Baeza. El frío de la mañana invernal contrastaba con la ardiente paciencia, como diría Rimbaud, de quienes nos reuníamos una vez más para reivindicar la memoria de nuestros muertos, exigir justicia y reparación y, sobre todo, proyectar hacia el futuro el caudal de lucha y de heroísmo que nos dejaron quienes defendieron el gobierno republicano legítimamente constituido, frente a un golpe de estado que sumió a España en una cruel dictadura de cuarenta años.

Mirábamos al pasado para aprender de ellos, para saber de qué pasta estaban hechos aquellos hombres y mujeres que el catorce de abril de hace ochenta y dos años salieron a la calle y se sintieron protagonistas de la Historia; para acercarnos a sus convicciones y a su compromiso con la Constitución de mil novecientos treinta y uno que definía a España como una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de libertad y justicia; para comprender su hambre de pan y cultura -“dadme medio pan y un libro”, diría Lorca-; para calibrar las esperanzas de igualdad de las mujeres discriminadas durante siglos y privadas de derechos; para imaginar la ilusión de los jóvenes jornaleros sometidos al cacique de turno que ahora podrían levantar la cabeza y luchar por su futuro… Porque aquella República, que floreció como la primavera, era la esperanza de una vida mejor para las clases populares y por eso no se rindieron cuando los grupos más reaccionarias decidieron combatirla desde el mismo momento de su proclamación y siguieron hostigándola hasta conseguir por la fuerza de las armas lo que no podían conseguir democráticamente.

Lo que significaba la República para todos aquellos que la defendieron, incluso con su vida, quedó sintetizado de forma magnífica en la expresión de una de las personas que intervinieron en el cementerio de Úbeda: la República es la fraternidad organizada. Porque, efectivamente, fraternidad es compañerismo y confianza y ellos compartieron y confiaron hasta ver plasmadas en la Constitución Republicana muchas de las ideas que harían de España un país democrático, en el que la riqueza estaría subordinada a los intereses de la economía nacional, como recoge el artículo cuarenta y cuatro; en el que el trabajo era una obligación social y contaba con la protección jurídica necesaria, según el artículo cuarenta y seis; o el artículo cuarenta y siete, que recogía la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza primaria, así como el acceso sin discriminación económica a todos los grados de enseñanza. Muchas de aquellas personas que habían hecho posible la elaboración del texto constitucional supieron, con el acontecer histórico, que no iban a poder disfrutar de aquellos derechos por los que tanto habían luchado, pero no se rindieron; eran conscientes de que la fraternidad trasciende las fronteras del espacio y del tiempo y sabían que su testimonio de lealtad a unas ideas, de firmeza en sus convicciones, de compromiso hasta las últimas consecuencias, sería el legado para otras generaciones que volverían a sacar las banderas republicanas otros catorce de abril y volverían a pedir justicia, trabajo, igualdad y derechos sociales.

Durante muchos años, desde la Transición democrática, la ideología dominante en España ha tratado de imponer la ilusión de una monarquía aceptada y aceptable y de borrar nuestro pasado republicano; pero no se puede olvidar ni inventar la Historia y la actual democracia es la continuidad legítima del periodo democrático de la Segunda República y no de la dictadura franquista, impuesta tras un golpe de estado. Luchar hoy por la Tercera República es un deber moral con quienes lucharon por un mundo más justo y más libre; reivindicamos su memoria pero, sobre todo, mantenemos vivos sus ideales porque hoy, catorce de abril, los nietos y nietas de aquellas personas que aunaban como pocas la heroicidad y la sencillez, seguimos luchando por organizar la fraternidad bajo la bandera republicana.

ANA MORENO SORIANO